lunes, 13 de diciembre de 2010

Entrevista a Gonzalo Málaga




 ¿Cómo nació la idea de “Los multifuckers” y otros cuentos?

Quería publicar un libro, tenía un conjunto grande de cuentos. Es como una manía mía la de trabajar diferentes textos al mismo tiempo, por lo que contaba con varios terminados y otros tantos en proceso. Decidí elegir un grupo entre aquellos que compartieran ciertos elementos y que a la vez fueran como abrir una puerta a lo que hago en narrativa.

En la presentación del libro  “M.F (Los multifuckers) y otros cuentos”, José B. Adolph dice que tu libro es “Hijo de Kakfa con Borges”

Es que Pepe Adolph empezó la presentación diciendo algo así como que si Kafka hubiera tenido un hijo con Borges, el resultado sería parecido a Gonzalo Málaga, por suerte no en lo físico. Todos nos reímos, y creo que todos los que estuvimos en la presentación todavía lo recordamos. Y sí, quizá se perciba una paternidad dual en el libro. Kafka es Kafka, si tuviera que elegir a un escritor, al “Escritor”, así, con mayúsculas, ese sería él. Me gusta muchísimo lo que hacía, especialmente sus anotaciones, los “Cuadernos de octavo”, esos esbozos de cuentos y apuntes de diario, incluso más que sus novelas. Y en cuanto a Borges, también está ahí, especialmente en el cuento que da título al libro, que es como un homenaje.

¿Cómo es tu proceso de creación?

Trabajo los textos de diferentes maneras, hay algunos que prácticamente tengo terminados antes de empezar a escribirlos, y otros de los que al principio sólo sé una línea, a veces es una frase, a veces dos palabras o una sensación, la intuición de que hay algo que contar. No tengo una manera única de acercarme a lo que escribo. Si bien puedo escribir a cualquier hora, hay momentos en que soy más creativo, como por la noche, antes de dormir; o por las mañanas, poco después de haberme levantado; o luego de una pequeña siesta, o después de haber caminado por media hora.

En una entrevista mencionaste que en primera instancia el libro se llamaría “Las llaves”, ¿por qué el cambio de título?

Fue pasando el tiempo que me di cuenta de que el  título más apropiado hubiera sido el de  “Las llaves”. “M.F. (Los multifuckers) y otros cuentos” no es en sí mismo un mal título, es llamativo y distinto, aunque no el mejor título para ese conjunto específico de cuentos.


En el prólogo Carlos Calderón Fajardo, escribe sobre “perseguido y perseguidor”, ¿es una obsesión tuya?

Observamos y somos observados. Perseguimos cosas, situaciones, personas; y a veces huimos de algo que nos persigue. Carlos Calderón Fajardo, que es muy buen lector, supo percibir ese denominador común existente en las historias del libro. ¿Que si hay algo de esa obsesión en mí? Estoy seguro de que sí, debe de haber algo, es inevitable.

¿Qué influencia tiene la poesía, “Noble Katerba” donde perteneciste?

Empecé escribiendo poesía. Y me di cuenta de que mis poemas contenían historias, por eso es que me anime a escribir narrativa. Siempre que puedo leo poesía y continúo escribiéndola. La poesía te permite trabajar, hasta el grado de la sutileza, el ritmo, los matices de las palabras, el silencio, el valor de cada palabra. Noble Katerba fue como el taller perfecto en ese momento, para ensayar, practicar y mejorar mi escritura.

¿Escribes más poesía que narrativa?

No siempre. Hay épocas en que escribo más poesía que narrativa, y viceversa. Y también hay textos que no sé si son poéticos o narrativos. Veo la escritura como algo semejante a lo que ocurre con los colores. Hay puntos en el espectro de la luz visible de los que puedes decir con seguridad que son azules o rojos o verdes, y muchísimos más que son puntos intermedios. Podemos hablar de narrativa, de prosa poética, de poesía, y de incontables híbridos. Lo importante es que la forma elegida sea la adecuada para expresar lo que se quiere decir.

Aparte de Kafka, ¿qué otros escritores han influenciado en ti?

Ha habido y hay tantos buenos escritores. Julio Ramón Ribeyro, Juan José Arreola, Mempo Giardinelli, J.B.Adolph, Vargas Llosa, Juan Rulfo, Carlos Calderón Fajardo, Martín Adán, Ernest Jünger, Paul Celan, Alfredo Bryce… y mucho, muchos más. Y trato de leer de todo, generalmente leo más otro tipo de textos que literatura. Todo influye, tanto lo que en su momento ha gustado, como lo que no. Es como una suerte de vaivén que lleva a acercarse, intuitivamente, a algo, y también a alejarse. Es como armar una imagen poniendo tinta en unas partes y borrando en otras al mismo tiempo.

Dirías que Kafka es el autor que marca un antes y un después de tu narrativa.

Hallarlo me produjo una sensación extrañísima, distinta a la producida por cualquier otro autor, antes o después.



¿Qué proyectos tienes?

Estoy escribiendo, y desescribiendo, un par de novelas; una que tengo avanzada, y otra que es como un conjunto de retazos que estoy tratando de unir.

¿De la misma línea narrativa que estás acostumbrado?

Sí, algunas situaciones inicialmente absurdas, un tratar de ordenar, desaparecer o por lo menos esconder, disimular en algo el caos, y mucho entre lo fantástico y lo real.

¿Otro libro de cuentos?

Un libro que es dos libros o dos libros que son un libro. Un conjunto de cuentos que tenía avanzados hace un par de años. Creí perder el archivo, por lo que regresé a una versión anterior desde la que volvía a avanzar. Hace algún tiempo encontré la versión que creía perdida. Ahora tengo las dos.

¿Para que o por qué se escribe?

Hay personas que tal vez podamos dejar de escribir, pero que no podemos dejar de crear. Se nos ocurren historias, las armamos, las desarrollamos, les damos sentido, hacemos que sean coherentes y quizá, finalmente, no terminemos de escribirlas; pero nunca vamos a dejar de crear. La escritura es la concreción, ese sentido casi final que se les da a las historias que pensamos, la declaración de nuestras pequeñas victorias frente al caos.

¿Qué opinas de la literatura joven de esta generación?

Me parece que hay gente que tiene muy claro lo que quiere hacer, que toma muy en serio sus proyectos personales de escritura. Son por lo menos diez años en que van apareciendo narradores nuevos, en lo que parece ser una proporción mucho mayor que la existente en décadas anteriores. Quizá esto se explique por las computadoras. Escribir y corregir y volver a corregir usando una máquina de escribir debe de haber sido muchas veces frustrante, comparado con lo fácil que es hacerlo con un procesador de textos en una computadora. Ahora se escriben y se publican más libros de cuentos y más novelas que antes.  

¿Crees que hay una diferencia entre las impresiones digitales con las impresas? ¿Influye en la calidad literaria?

La calidad del texto publicado depende de los escritores y de los editores, no del soporte que se emplee.

¿Qué es lo que más te agradó cuando salió publicado “Los multifuckers”?

Las reacciones de la gente que lo había leído. El boca a boca que hace que el libro haga su camino solo. El conversar con alguien que había leído los cuentos y conocer sus comentarios sobre el libro y que me diga qué fue lo que le había gustado de él. Es una sensación única, se siente bien.

¿Te motiva para seguir escribiendo?

Por supuesto, aunque seguiría escribiendo aun si no hubiera publicado el libro. Escribir es agradable, ayuda a entender, a soportar y a esperar la llegada de lo que cambia, y todo cambia. Sería muy difícil dejar de escribir. 


                                                                    ***



Acá Tres pequeñas historias de Gonzalo Málaga (de su libro M.F (Los multifuckers) y otros cuentos):


1



Regreso a casa mientras se encienden luces en las calles. Una mujer camina por la vereda del frente, la veo, va envuelta en ropas anchas, en un abrigo y una larga falda de lana; avanza encogida por el frío, con la cabeza cubierta por una pañoleta; en los brazos sostiene algo que cubre del viento con una frazadita blanca. Alguien aparece corriendo detrás de ella; alguien que grita: ¡agárrenla! ¡está loca! Ella empieza a correr, rápidamente cruza la pista a unos metros de mi. Otra persona grita: ¡quítenle el bebé! Y otra más: ¡Está loca! ¡Se lleva un bebé que no es suyo! Un borracho saca un cuchillo de entre las ropas e intenta clavárselo cuando ella pasa, rápidamente, a su lado. La mujer sigue corriendo, pero dos personas más la interceptan: no puede zafarse, por más que lo intenta. Nos acercamos, la rodeamos. Alguien le quita la pañoleta, descubriendo su rostro: vemos que ella es en realidad un hombre. La sorpresa nos dura poco, ¡hay que quitarle el bebé!, pensamos todos. Se resiste; y en el forcejeo la cabeza del bebé se desprende: es una piedra que cae y agrieta el cemento del piso; el cuerpo descabezado es un fardo de ropa. Nos quedamos inmóviles: testigos inútiles de una escena absurda. Volvemos a caminar en silencio. Atrás queda el hombre vestido de mujer, que llora acariciando una piedra.






María, soy Felipe… vas a despertar dentro de poco; ¿crees que estás soñando? Amelie está en el hospital, esperando que la operen, ¿lo sabías? Ni Lucía ni yo iremos a visitarla. ¿Recuerdas nuestras salidas cada quince días? ¿…y las largas caminatas en que nos separábamos y cada grupo competía por llegar antes a algún lado? Tienes ojeras grandes, María, aunque no lo creas eso te hace más bella. ¿Sabes que tus compañeros de trabajo hablan muy bien de ti?, a pesar de que te encuentran un poco extraña. Me gustaste mucho la primera vez que te vi, en el carro que nos llevaba a Marcahuasi; pero luego vi a Lucía y eso cambió mi vida. ¿Sabes que desde que apareció ella no estuve con nadie más? A pesar de Amelie, que nos hacía bromas y nos seguía a todos lados. Lucía empezó a pensar que Amelie quería separarnos… ¿te lo dijo alguna vez? Ese día entró dos veces a nuestra carpa, sin avisar, dijo que para ver si queríamos cigarrillos. No le hicimos caso, la segunda vez creo que nos reímos, nos reímos muy fuerte, luego Lucía me dio un beso larguísimo. Lo que ocurrió después, a la puesta del sol, no fue un accidente, estábamos a un metro del borde, fue Amelie, ella nos empujó. No le hemos dicho nada, no hemos ido a buscarla; pero si vas al hospital dile que la estamos esperando, que ya no falta nada.

3




Seguramente me recuerdas, yo estaba en el último año de la Escuela de Bellas Artes cuando tú recién ingresabas; yo era el que recubría de pintura a sus modelos para luego estamparlas en posturas forzadas sobre los lienzos. Lo hice porque sabía que no tenía las habilidades que vi en muchos desde mi primer año, por eso decidí hacer algo distinto, y a todos les pareció original… me gradué con honores, lo sabes. Calificaron mis obras de esculturas sobre tela, las equipararon a libros que guardaban la dicotomía de la luz y la oscuridad; mis cuadros eran como las hojas del libro del bien y del mal, decían, al ver los cuerpos, dolorosamente flexionados, de mis modelos desnudas. Pero después de salir me avergoncé de mis obras, sentía que eran una farsa, y yo el farsante más grande. Me deprimí mucho. Creo que quise matarme… Empecé a enseñar en la escuela, y apareció Tomás; él me hizo sentir nuevamente como un artista; verlo, ver cómo me veía con tanta atención en las clases, era como si alguien me agarrara a mordisquitos e hiciera sentir vivo cada centímetro de mi cuerpo. Pero había algo que no me decía, que tuve que preguntarle muchas veces, porque me veía y no me decía nada. ¿Qué quieres? ¿qué quieres?, le insistía mientras salían los demás. Él callaba y me veía y se iba… hasta el día en que nos citamos cerca de su casa… él me vio nuevamente, de esa misma manera, se me acercó más y, sosteniendo una cuerda en ambas manos, me dijo: “siempre he deseado matar a alguien”.

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