domingo, 10 de junio de 2012

La receta


Todo parece indicar que al oficialismo se le hunde el bote. La legitimidad con la que llegó al gobierno va desapareciendo, con justa razón, porque los compromisos que hizo para llegar al poder los está quebrando. Y no solamente esto. Además, peligrosamente, la actitud que ha tomado Valdés, respaldado por Humala, se acerca al estilo fujimorista tan nefasto que vivimos en los años noventa (la represión a diestra y siniestra del justo derecho a reclamar y salir a las calles). Demás está decir que los que apoyamos a Ollanta Humala Tasso en la segunda vuelta fue por un contexto de necesidad que nos exigía elegir, y hubiera sido irresponsable no hacerlo por más que hoy nos reclamen  y hasta se burlen los que no lo hicieron (cayendo en esa irresponsabilidad que hubiera sido permitir que la mafia vuelva otra vez a nuestro país), entre él o Keiko Fujimori. Como se dijo en su momento: del fujimorismo teníamos pruebas, de Humala, no, y cierta vaga esperanza hacía inclinar la balanza hacia su lado. Se arriesgó y las consecuencias de esa decisión hoy las vemos. Sin embargo, no todo está perdido. Se está al pie del acantilado pero aún no se cae. Si bien las bases populares, los jóvenes y hasta los políticos que apoyaron a Gana Perú y la coalición que subió con él cada día se decepcionan más y se sienten más abandonados y ninguneados, aún el gobierno está en la posibilidad de hacer un viraje hacia la representación real de esa gente que lo hizo llegar al poder (poniendo en ello todas las esperanzas de que las cosas sean distintas y que dejen de ser los últimos de la fila). No obstante, para que suceda esto algunos puntos se hacen indispensables y urgentes: Primero, dejar de fantasear como lo hace Nadine Heredia en su cuenta de tuíter de que el Perú se ha vuelto el país de la maravillas y que si uno lo mentaliza mucho todo va viento en popa. Segundo, alejarse de la derecha reaccionara y déspota que lo único que ha sabido hacer toda su existencia es solucionar las cosas a base de la represión, la manipulación y el garrote. Tercero, no olvidar que la vaca fue ternera y que le debe su gobierno a aquellos que le dieron sus votos y no a las grandes esferas económicas que tratan de manejarlo ahora a su antojo. Cuarto, y último, comenzar a hacer política, diálogo, al contrario de lo que creen algunos señorones el pueblo no es un grupo de chunchos ignorantes con los que no se puede conversar: si hay algo que espera la persona humilde es que le hablen, que se interesen por su situación, sentir esa confianza, esa cercanía de poder decir “compadrito, si tú supieras…”.

Si Ollanta Humala logra estos puntos, y quizás haya más pero creo yo que estos son los principales, lograría retomar la legitimidad con la que llegó al poder. No es tan difícil, la receta pide ingredientes hoy casi agotados, pero simples de conseguir si se buscan con sinceridad: armonía, compromiso y conciencia. Algo que me recuerda a una canción de reggae de un grupo argentino, pero ese ya es otro cuento.

lunes, 4 de junio de 2012

El santo remedio

Hoy el país anda convulsionado, algo que es nuestra realidad inmediata y que no se puede negar por más que Nadine Heredia, en su ya afamada cuenta de twitter, quiera hacernos creer que acá no pasa nada y diga: "La esencia no ha cambiado, la transformación es gradual y persistente. El diálogo, el mejor y más seguro camino, con voluntad de ambas partes”. Han renunciado dos más a la bancada de Gana Perú y la pregunta que asoma, inevitable, es cómo, señora primera dama, se puede dialogar si la filosofía que se anda practicando estos días es la del garrote. Dijeron, Valdés dijo, que quería dialogar en Espinar y apenas tuvo al alcalde a su disposición lo metió preso. ¿O es que es una nueva forma de diálogo? Quizás Valdés piensa hacer una salita en la prisión de Mollohuanca y servir unos cafecitos y luego encender unos cigarritos y tal vez unas cervecitas a pesar de que ayer hayamos perdido contra Colombia en un inmerecido uno a cero (pero así son las cosas en el fútbol, alcalde Mollohuanca, y una sonrisa bonachona y hasta con ronquera, jaja, ¡firmes!). Pagaría por ver, se los aseguro. No obstante, por mucha imaginación y buena gana que tengamos, ese contexto es impensable y lo único que ha sucedido es que se ha metido preso al representante del pueblo de Espinar con quien se debía haber empezado el diálogo. Y claro, también se quiere diálogo en Cajamarca, pero cómo se puede querer tener diálogo con un pueblo que se siente traicionado. En el último mitin que tuvo Ollanta Humala en Cajamarca, antes de ser electo presidente, preguntó qué era más importante, si el agua o el oro. Claramente respondió: “El agua”. Prometió, fervientemente, que protegería el agua y no permitiría la explotación de la minera. Ahora, muchos meses después, vemos a un Ollanta Humala que defiende, a diestra y siniestra, a Yanacocha y pone el oro por sobre el agua. Si la filosofía del gobierno siempre fue esta entonces sí podemos darle la razón a la señora Nadine: la esencia no ha cambiado, hasta el día de hoy el gobierno nacionalista no dista mucho del gobierno aprista (ese gobierno tan corrupto y nefasto).



En las últimas declaraciones que ha dado Humala, blindando a Valdés con su apoyo, ha quedado claro que la filosofía del garrote tiene para rato. Y es comprensible que sea así: esta filosofía no sale cara porque, en fin, muertos más, muertos menos, las lágrimas no cuestan y en nombre de la ley y el orden hay que meter bala a esos chunchos ignorantes que no entienden que a la minería hay que ponerla en un altar porque sin ella nos vamos al carajo. Qué importa que se destruyan recursos naturales o que el agua llegue contaminada hasta las casas y las tierras donde se practica la agricultura y la ganadería, qué importa; Cajamarca debe inmolarse en pro de un desarrollo frívolo del país mientras en los alrededores la gente se sigue muriendo de hambre. Dejémosle que sigan haciendo sus marchas, sus paros, total un día se cansarán y bajarán la cabeza y no les quedará más que aceptar con son los últimos de la fila, los olvidados por excelencia. Sigamos diciendo, como Nadine, que el país está cambiando de forma gradual y persistente y lo que se busca es el diálogo. Sigamos diciéndonoslo, quizás de tanto repetirlo en algún momento se haga realidad (y de pasadita también digámonos que Perú irá esta vez al mundial porque si se cumple lo uno por qué no lo otro). Mientras decretemos estados de emergencia, saquemos policías a las calles, digámosles que repriman toda asociación que asome (al más fiel estilo fujimorista). Y nunca, pero nunca, olvidemos el santo remedio: repetir hasta el cansancio que la cosas van bien porque parece que funciona, claro que sí. Nadine Heredia puede dar fe de esto porque parece que donde ella vive todo va bien y el Perú se está transformando de tal manera que es una cosa de locos, y hay que ver ¡qué locos!


Helí Paredes