sábado, 19 de febrero de 2011

Adiós, Chino

 

Hay ciertos personajes que uno no puede dejar de admirar y cuyo nombre suena y resuena en nuestras cabezas como una melodía de la infancia, o como un secreto que ansía verse revelado. Este es el caso de Carlos “Chino” Domínguez, uno de los mejores fotógrafos peruanos del siglo pasado, amigo de mi padre desde los tiempos de la revolución cubana, cuando la política y la afición a la fotografía los hizo juntarse, cuyo trabajo habla por sí mismo y que fue considerado, en vida, como el mejor reportero gráfico del siglo XX. El “Chino” Domínguez, se nos fue este jueves pasado tras ser internado por su dolencia crónica renal en el Hospital Almenara, a los setenta y siete años de edad. Cuando hombres como el “Chino” se nos van, no hay necesidad de decir que lo hacen con una sonrisa en los labios porque han vivido tanto y él, especialmente, que vio tanto con ese ojo magnífico de águila, de bestia mitológica, de cóndor que sobrevuela las alturas de los andes, majestuoso. Con más de sesenta años en el oficio, al “Chino” Domínguez lo podemos considerar como la memoria gráfica, el mejor testigo del siglo pasado y que nos ha dejado como herencia todas aquellas fotos donde la forma de vida (política, social y cultural) de los peruanos de aquellos años pareciera apartarse en un eterno presente que jamás caduca, que siempre sonríe. Como fotógrafo amante de su profesión, Carlos Domínguez siempre exigía disciplina a quienes incursionaban en el mundo de la fotografía. Y, además, era dueño de más de un millón de negativos que dan muestra de toda una vida de denuncia social. “El fotógrafo peruano es muy audaz, muy bueno, lo único que le falta es un poquito de cultura, de lectura. Debería leer. Hay un secreto que yo aprendí: que lean novelas, poesía. El poeta, novelista o narrador, dice todo el acontecimiento de una circunstancia desde el ambiente, la luz, los personajes a quienes está entrevistando o describiendo. Eso casi es una fotografía escrita.”, decía el “Chino” Domínguez. “Los peruanos” es la muestra fotográfica que mejor ilustra su trayectoria artística y labor social, aunque mi padre lo que más recuerda son esas fotografías que el “Chino” le tomó a Fidel allá en Cuba: “Son las más hermosas que nadie le hizo”, le oigo decir. De joven, trabajó con el destacado Antonio Noguchi, un japonés que tenía una casa fotográfica en Lima relacionada a las fotos carné y eventualmente con los retratos. Obtuvo su primer premio en un concurso artístico con el afiche de un certamen deportivo en 1946. Años después, viajó a Argentina para colaborar con la revista deportiva “El Gráfico”. En 1954 retornaría al Perú, trabajando como reportero gráfico en los diarios “Impacto”, “Presente”, “La Tribuna” y “Caretas” que es donde adquiriría más notoriedad.

Definitivamente, la muerte “Chino” es una perdida nacional y personal para los peruanos que lo conocieron. Se nos ha ido uno de los más grandes y es inevitable no sentir pena y sentir, además, que aquel espacio vacío que ha dejado se sentirá así durante mucho tiempo: vacío. Pero hay una alegría que todos sospechamos y que nos hace sonreír una vez más: como a todos los grandes, la inmortalidad lo ha alcanzado. El “Chino”, desde ahora y desde siempre, será una estrella más en el firmamento limeño (y del mundo, también).

H.P

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